- - El Blog de Ducados: diciembre 2005

sábado, diciembre 31, 2005

Resurrección III (Flashback)

Enero, Febrero y principios de Marzo del 2002. Barcelona.

Estaba literalmente machacado por el desastroso desenlace del "enamoramiento" que sentí por mi vecina. Cada día más triste y apagado, en casa casi ni hablaba; mi madre llegó a decir un día que me iba a morir de pena. Por otra parte, el riguroso régimen que me impuse funcionó, pero daba igual. Me veía extremadamente cabezón con el minúsculo cuerpo que me había quedado, deforme.

En aquellas fechas estaba estudiando Ingeniería Técnica Agrícola en la Escuela Superior de Agricultura de la calle Urgell, dentro del inmenso recinto de la Escola Industrial. No estudiaba nada y con los compañeros no me iban muy bien las cosas. Yo provenía, el año anterior, de Ingeniería Geológica que se realizaba en la Facultad de Ingenieria de Caminos (en el complejo del Campus Nord de la UPC) y allí me fueron los estudios fatal, estaba desmotivado: la carrera no me atraía nada y estaba más preocupado por las relaciones sociales. Por lo que me fuí con un amigo que hice allí, a la Facultad de Urgell e hícimos otros dos amigos. Eramos cuatro tíos pero nos automarginabamos, en lugar de estar con el resto de compañeros charlando en los descansos, nos encerrábamos en el aula. Para más inri, yo me reía descaradamente de los guays de la clase e íncluso delante de ellos, por lo que poco a poco y por mi comportamiento taciturno me fui ganando la fama de "freak". Se escuchaban risitas y notaba que algunos calificativos peyorativos como Mr Potato (me lo decía a mi mismo por mi cabezón, ante los otros tres amigos) se los fueron apropiando. Una de las salidas que hicimos al campo fue especialmente lamentable: mi padre me llevó en coche a Torre Marimón (donde por aquel entonces se hacían las prácticas de Agricultura) y el sector femenino del grupito de los guays empezó a burlarse de él -me acuerdo especialmente de una, a la que yo llamaba "mordisquitos", como el bichito de Futurama, por tener unos dientes como Ronaldinho-, no me sentía con ánimos de un enfrentamiento (además ir a por las chicas hubiera sido indigno y hubiera quedado mal) así que lo dejé pasar; después el lidercillo de las guays hacía alusiones sobre mí, decía "habéis visto, el que habla tanto lo que ha hecho", etc. En fin, logré aprobar dos asignaturas, es decir, las dos que me presenté pero me importaba un carajo.

Al final, me quedé palido y con ojeras supongo que tendría un principio de anemia. Empecé a hacer cábalas con mi deformidad y el sufrimiento que pasó en vida el Nazareno, pensé que él también pudiera ser un ser humano deforme (íncluso mutante) y por eso padeció tanto. Ese fué el inicio de mi delirio. Él y yo estabamos en la escala más baja, darwinianamente hablando y, como yo en esos momentos, tenía la teoría de que cuanto más sufría un ser humano, más se acercaba a la verdad, nosotros nos habíamos acercado más que el resto de terrícolas a la verdad absoluta de la existencia.

Dejé de ir a clase; me pasaba el día caminando por Barcelona, alejado de la realidad. Unas veces iba al puerto y miraba hacia el mar especulando teorías para alcanzar la dichosa verdad, otras caminaba sin rumbo por calles desconocidas hasta que encontraba, por casualidad, alguna calle conocida para volver a casa. Algunas, volvía a la universidad para coger algunos libros de la biblioteca y recavar información para la Teoría de la Gran Unificación pero una vez en casa me era imposible concentrarme, estaba sumergido en otra realidad, en la locura.

Segunda quincena de Marzo de 2002. Barcelona.

Desde segundo de EGB era amigo de una chica del barrio, la llamaremos N. Recuerdo que el día que cobré interés en ella (y se forjó nuestra amistad) fué un día que en clase infantil de inglés extraescolar, me dijo que su madre decía que ella y yo eramos novios, le pregunté aquel día si ella estaba interesada por mí, contestó que sí. Quizás me engañe la memoria o el orgullo y no fuera exactamente así. De todas formas creámoslo. Hicimos todo el EGB juntos, el BUP y el Bachillerato LOGSE -pertenezco a la generación que no nos pilló la ESO pero sí, el nuevo bachillerato- y aún estando en la Universidad, ella y yo, seguíamos quedando... como amigos.

Como conté en la primera parte de estas líneas yo ya estaba completamente loco. El significado comunmente aceptado de los objetos reales tenía un sentido óntico añadido para mí, quizás sea eso que llaman los psiquiatras paleopensamiento. Pasaba días enteros sin dormir, escribía frenéticamente textos, sin sentido para alguien que no fuera yo (el día del paroxismo, mi padre los tiró con furia a la basura haciéndolos pedazos) e íncluso un día creí perfeccionar los postulados éticos de Kant y refutar a Hume. Como una regadera. Un día me la encontré por la calle y me comentó que podíamos quedar con una amiga suya en su casa (de N) para ver el Barça-Madrid. Acepté, íncluso quedaríamos un poquito antes porque N tenía que hacer unas compras.

Llegó el día convenido. Era por la tarde y estábamos ya sumidos en la oscuridad de la ciudad. Aquí la memoría es muy engañosa, sólo tengo imagenes bastante difuminadas de lo que pasó; te sigo pidiendo lector, que hagas el pequeño esfuerzo de hacer como que te lo crees. Recuerdo ir por el paseo Maragall y cruzar corriendo un semáforo en rojo, y yo sin mirar a ninguno de los lados por los que cruzaban coches. Entonces me vino el delirio que en el montón de cruces que yo había hecho con N y con su madre sin mirar me debía de haber atropellado algún coche. Estaba claro, -pensé- estoy muerto.

Fuimos a comprar ropa. No me acuerdo que compró ella, yo adquirí unas bambas sin cordones, tipo zuecos. No me sentía cómodo y tampoco me gustaban pero me los compré, ella me advirtió de que si no me sentía a gusto no me los comprara pero no le hice caso. Luego nos fuimos a su casa. Yo pensaba en aquellos momentos que si estaba muerto estaba a punto de conseguir la verdad (la muerte es el sufrimiento máximo, creía yo), unicamente me faltaba el éxtasis místico para conseguirlo. Y en el mundo de la realidad, el destino me deparaba -estaba convencido- que N y yo después de ver el partido acabaríamos haciendo el amor y en el momento más intenso del orgasmo alcanzaría el sentido del Universo y
yo desaparecería de este mundo.

Ya en su casa estabamos N, su madre y yo. Después llegaron su amiga y el padre de N. Nos prepararon un piscolabis, comí muchísimo. Después pizza y jamón dulce, fuí incapaz de separar con los dedos las lonchas del jamón de york y cogí varías de una vez. Luego nos dirigimos todos al salón y ponen TV3. Empiezan a retransmitir el previo del partido y hacen un minuto de silencio por un chico que fue asesinado. Ese soy yo -pensé- estoy a las puertas del más allá. Se oyé un silbato y empieza el partido. No logro concentrarme en la televisión, me quedó mirando al techo, las luces de la lámpara y empiezo a sentir un calor abrasador. La luz de las bombillas me ciega.

En un momento determinado de la segunda parte, digo: disculpadme pero tengo que confesaros algo. Todo el mundo se queda mirándome. Tenía que purificarme antes de realizar el coito para alcanzar el éxtasis:

-¿Qué pasa?

-N. a veces he hablado mal con el resto de chicos cuando hablábamos de tí.

El padre de N, me mira confuso y hace un signo de desprecio con la mano pero le noto asustado. Su amiga se ríe, pero dubitativa, diciendo "Este Ducados", su madre se queda callada y N me dice que hablemos en su habitación. Y vamos allí su amiga, N y yo. No me acuerdo de la conversación, creo que eran explicaciones y matices sobre el asunto, en definitiva, ella no le dió importancia. Recuerdo a su madre (que entró después) diciéndome que debía tener más personalidad. En fin, luego les digo que me marcho a casa porque mis padres deben estar preocupados. Me fuí a la calle, sin éxtasis.

17 de Marzo de 2002, Barcelona.

Al día siguiente me entra otro delirio, si la verdad no se alcanzaba por el éxtasis quizás la conseguiría mediante el sufrimiento máximo puro y después de eso moriría. Lo identifiqué con el desamor y contando con que N no me iba a aceptar, conseguiría el máximo dolor, me la jugué. La llamé por teléfono y le dije que quería hablar con ella, que era urgente. Ella me dijo que tenía que ir al grupo de post-confirmación y que podía hablar con ella por el camino. Así que por la tarde fuimos caminando hasta el colegio dónde estudiemos Bachillerato. A la puerta de su casa, le dije:

-Tengo que confesarte, algo.

-¿Qué?

Le sostuve la cabeza con las manos para darle un beso pero ella se escabulló.

-El destino nos ha unido, N.

-No creo en el destino.

-¿No me quieres?

-Cómo amigo...

Fuimos conversando en todo el trayecto yo a veces en voz alta por dolor (o simulando dolor) lleguemos hasta el colegio. Fuimos a la entrada por un callejón y vi a un grupo de chicos que esperaban al catequista, algunos eran ex-compañeros de clase. Aún hoy, no sé si se enteraron de mi declaración amorosa delirante (me parece extraño por las voces de dolor que pegué), supongo que sí. Al verlos les di la mano, me despedí y me fuí.

Estuve buscando por la calle Tajo un bar para emborracharme, una hora
paseando (cuando hay tropecientas tabernas en esa calle) hasta que salí de mi mundo irreal y me fijé en uno. Pedí un vodka con lima pero como no tenían, bebí una coca-cola. Otra vez para casa.

Continuará...

PD: Aquí enlaza con Resurreción, primera parte. Lo que escriba en Resurrección IV, es la continuación de Resurreción, primera parte.
Y si quieres ver el capítulo anterior a este clica aquí, Resurrección II.
Feliz Año 2006.

viernes, diciembre 30, 2005

Navidades en Galicia

Cuando pienso en Galicia, casi siempre, se me aparece la imagen del prado de la "nabeira" de mi abuelo con la hierba mojada por el deshielo de la escarcha. Es una imagen de Invierno, porque para mí, Galicia son las navidades, es decir la infancia. Las Navidades allí se unen indefectiblemente con el matacerdo pues como dicen "aprovechamos ya que venís por estas fechas". El matacerdo incluye la partición del cerdo en embutidos, filetes, etc. Se aprovecha todo: hasta la sangre. No sé si usted, querido lector, habrá escuchado hablar de las "filloas" que son una especie de crèpes. Las comerciales se hacen con harina pero las tradicionales se hacen con sangre frita (con el calor coagula la sangre y se vuelve sólida), se les echa azúcar ya que las auténticas no llevan crema y van directamente al estómago. Obviamente, yo he comido las de esta receta y lamento el asco que seguramente te ha producido mi narración porque no sabes lo que te pierdes.

Aparte de postres curiosos, allí también conocí a la familia de mi madre. En Navidades nos reunimos todos. En fin, una gozada, jamás entenderé a la gente que odia estas fiestas.

De hace unos años hasta las fechas actuales, todo ha cambiado. Ahora no tengo tantas vacaciones y sólo he podido estar tres días. Hace dos años a mi abuelo le dió una ambolia y apenas puede caminar. Mi prima Vanessa ya tiene diecisiete años y en Mayo hará la selectividad (o PAAU) para entrar en la universidad y mis otros dos primos ya han entrado en la adolescencia, esa época que puede llegar a ser o sublimemente maravillosa o absolutamente nefasta.

En fin, fechas de melancolía por lo que jamás podré volver a recuperar... pero siempre me quedará el recuerdo de la Vilaesteva de mi niñez.

jueves, diciembre 29, 2005

Ley antihumo

Seria extraño tuviendo el nick que tiene el autor de estas lineas no comentar absolutamente nada de la ley antihumo que entrará en vigor el 1 de Enero del año que viene (es decir, dentro de tres días). Mi entrada en el mundo de los fumadores -para no volver a salir de él, me refiero- acaeció en mi segundo y último ingreso en el IMPU, el hospital psiquiátrico que está situado cerca de los Hogares Mundet en Barcelona. Desde ese momento y de forma bastante rápida me fuí convirtiendo en un fumador compulsivo, algunas noches que salía con los amigos llegaba a fumar en 24 horas, tres paquetes de Ducados; de un tiempo a esta parte no han mejorado mucho las cosas, ningún intento serio de dejarlo.

Supongo que con lo duros que se han puesto con esta nueva ley tendré que pasar por debajo del aro. Mal lo pasé en el viaje que hice a Galicia hace unos días por todo este asunto, pues en los ferrocarriles no dejan fumar desde Febrero en ningún departamento y támpoco en los viajes de largo recorrido (al menos los nocturnos). Me escondía en los lavabos para aspirar el delicioso y maléfico humo, con el corazón en vilo por si algún revisor decidía "aliviarse".

Y en la empresa donde trabajo, a partir del fatídico día, no se podrá fumar ni en las zonas al aire libre del complejo de oficinas. Como dijo la coordinadora (fumadora ella también): habrá que salir a la puta calle. Y si no te da tiempo, durante los primeros tres meses de la entrada en vigor de la ley puedes pedírle al supervisor que te deje salir para fumarte un cigarrillo pero después debes recuperar el tiempo perdido de trabajo.

En fín, habrá que plantearse dejar de fumar y quizás cambiar el título de este blog...

miércoles, diciembre 28, 2005

Política del cielo


-Ven conmigo, Susanilla: vamos a escaparnos a la terraza de este bloque horrendo donde te han traído a vivr tus padres.

-¿Hay salida a la terraza?

-Ya la he visto, por una escalerilla disimulada detrás del último piso de ascensor.

-¿Una puertecilla con PROHIBIDO EL PASO?

-Sí, pero es para que ningún niño se le ocurra asomarse a mirar el cielo, que es a lo que vamos.

-Y ¿si se dan cuenta los padres?

-Están presos de la pantalla: no hay cuidao.

-Pero ¿a qué vamos.tía? Yo el cielo ya lo he visto.

-Eso es lo que te crees. Venga, sube. Cierra detrás la puertecilla. Ya estamos. Mira la noche clarita que nos han dejado, sin una nube, y la luna sin salir todavía, claro, porque está entrando en menguante.

-¿Por eso? Cuanto más mengua, ¿más tarde sale?

-Pero lo mismo le pasa cuanto más crece. Siempre más tarde cada día.

-No sé si lo entiendo.

-Basta de momento con que no lo entiendas: la mayoría ni se lo preguntan.

-Y aquel lucerito algo rojizo será el Marte de que hablaban los periódicos.

-No el de los periódicos: este; que lleva meses rondándonos de cerca. Olvida las noticias y vamos a quedarnos las dos calladas un rato, un rato largo, a ver si pasa algo o no nos pasa nada.

-¿Mirando al cielo?

-Viéndolo, dejándote verlo nada más.

-Bueno.

-Eso, así.

-¿Cuánto rato llevamos?

-Se me ha perdido el reloj, niña, y tú no tienes.

-Ya parece que quiere salir la luna, aquel resplandor por detrás de las torres nuevas, ¿no?

-Déjala que suba como pueda. Entre tanto, ¿has visto las figuras que hacen las estrellitas?

-¿Las constelaciones?

-¡Qué culta eres, niña! Sí, ésas. Mi buen padre, cuando yo era niña, el abuelo que no has conocido, me sacaba al campo y tenía empeño, el hombre, en que aprendiera el nombre de las figuras de cada cielo según el rodar del año: la cola de Casiopea, el racimillo de Pléyades o Cabrillas, la traza de Orión y de su perro con Sirio a la punta del rabo, si me acuerdo (no me hagas mucho caso), que se me habrán borrado o confundido con el tiempo.

-Y ¿por qué esas figuras de estrellas? ¿Qué sentido tienen?

-Ya tú sospechas que muy poco, desde que sabemos que las estrellas que forman una están a miles de años-luz más distantes las unas que las otras. No era más que nuestro punto de vista lo que las hacía, sólo para nosotros, que a ellas les da lo mismo.

-Pero están bien, para hacernos un mapa, una idea del cielo, que, si no, se pierde una.

-Sí, para eso sirven. Lo que pasa es que eso de hacernos nosotros una idea y mapa del cielo no está claro tampoco para qué sirve. Mucha fantasía han echado los hombrecillos sobre el cielo a lo largo de los pocos siglos de su historia: esas figuras les servían para creer en una esfera de estrellas fijas que cada noche les giraba alrededor, cambiando al ritmo de las estaciones, pero peor todavía cuando imaginaban un influjo sobre sus vidas de las estrellas y esos planetillas que se movían a sus leyes o caprichos en las esferas más cercanas, y se hacían cartas astrales y horóscopos de sus destinos.

-Y que se los siguen haciendo, y muchos que se lo creen y se lo compran. Y ¿todo falso?

-Naturalmente: el caso es no dejarse ver el cielo, no correr el peligro de perderse en la evidencia de lo sin fin.

-Pero ahora, tiíta, no son ya fantasías: ahora sabemos mucho de Astronomía, de Físicas del Universo, Cosmologías, ¿no?

-Y que eso no son fantasías, que son verdad: ¿tú te lo crees, muchacha?

-Bueno, hay que creer a los que saben; y la prueba, ahí tienes los viajes espaciales, las misiones de satélites a Venus, a Marte, a pisar la luna, que ya se ha hecho.

-Calla, tonta: eso ¿crees tú que lo han hecho porque sabían la verdad? Eso es más bien la prueba de lo falso y fantasioso; ¿te han contado por lo menos a cuánto montan esos brincos de saltamontes científicos del espacio en relación con la distancia de la estrellita más cercana, no digamos de las galaxias que van registrando en sus telescopios?

-¿A un infinitésimo?

-Eso es ya mucho decir. Y, ya ves, con esas imaginerías te quieren hacer creer que nos estamos aproximando a la verdad, y para ellas mueven programas científicos y finanzas gigantescas.

-¿Para nada?

-Para la falsificación, que es lo que le interesa al Capital de Dios y sus hombrecillos: para que te creas que sabes, que sabemos, y te quedes tranquilita.

-¿No me creo nada?

-Anda, déjate aquí conmigo reírte un poco de la Conquista del Espacio.

-Me reiré bajito: da algo de miedo.

-Sin miedo: déjate ver el cielo, perderte en lo sin fin. Son lo mismo el cielo y tus ojos niños.

-¿Esa es la verdad?

-Claro: porque no se sabe.

Texto de Agustín García Calvo en Dialogos de Gente (ed. Lucina) páginas 141-143.

martes, diciembre 27, 2005

Dios y el Mundo de Joseph Ratzinger


Dios y el mundo es una conversación entre Joseph Ratzinger y Peter Seewald en la época en el que aquél era cardenal por el año 2000. Está estructurado en tres partes: Sobre Dios, Sobre Jesucristo y Sobre el Mundo. La parte que más me interesó sobre todas es la primera; hay una frase de Ratzinger, no me acuerdo si literal, que dice que Dios se manifiesta a los mortales a través de las relaciones personales entre humanos (¿base del neocatecumenado?).

Me vienen dos cuestiones a tenor de esta teoría, quizás se podría formular una óntica no a traves del sujeto individual sino en forma de relaciones comunicativas. Creo que Habermas entre otros (por lo poco que sé) ya lo han planteado. Si el "ser es lenguaje" como consideraba Gadamer, no hemos de obviar que el lenguaje es ante todo una forma de comunicación, así que el futuro sumo pontífice puede que no fuera muy desencaminado.

En general Ratzinger demuestra una gran sabiduría (de ahí el epíteto de Papa "teólogo". Aún así muchas de sus afirmaciones no las comparto sobre todo en el apartado en que la iglesia interpreta el mensaje del Evangelio. Pero aparte de todo esto me interesó otro tema, si el cristianismo se puede adoptar como mito sapiencial en lugar de mito de salvación. Si aporta alguna postura no desde la perspectiva de mirar la vida desde la perspectiva de la muerte sino de mirar la vida desde la óptica de la vida (supongo que nada en el aspecto de mirar la muerte desde la óptica de la vida, por eso obvio esta faceta).

Intentaré adentrarme en este tema, ya veremos.

martes, diciembre 20, 2005

En busca del amor

Las flores del asfalto nos amargan
El café matinal de la oficina
Y un faro de papel nos ilumina
Madrugadas cansadas que se alargan

Las luces de la aurora nos descargan
Maquillajes lunares de cantina
Aguados por canciones con morfina,
Los fracasos que pierden y que embargan.

Las ausencias cantadas, las heridas
Le ruegan al olvido su clemencia,
Finalmente entumecen parricidas.

Teólogos del Dios de la dolencia
Con las letras del salmo aquí leídas
Limpiaban el sudor de mi carencia.

lunes, diciembre 19, 2005

Muere "Papuchi"




Muere Julio Iglesias Puga, padre de Julio y abuelo de Enrique

Associated Press MADRID - Julio Iglesias Puga, un ginecólogo cuyo nombre ganó fama mundial gracias a su hijo y su nieto cantantes, pero que gozaba de prestigio propio en la profesión médica española, murió el lunes. Tenía 90 años.
Iglesias, padre de Julio y abuelo de Enrique, murió en la Clínica San Carlos de la capital, dijo un vocero de la institución.
La causa de muerte fue un ataque cardíaco, informó la Radio Nacional. No se anunciaron planes para su funeral.
Iglesias fue uno de los fundadores de la Clínica de Maternidad madrileña y jefe de su unidad de esterilidad, infertilidad y planificación familiar.
Se casó con Rosario de la Cierva y Periñón en 1943, con quien tuvo dos hijos, Julio y Carlos. Se divorciaron en 1983, y él volvió a casarse a los 85 años con Ronna Keit, de 42. Esta pareja tuvo un hijo, Jaime, en mayo del 2004. Hace unos días Iglesias dijo que él y Keit esperaban otro hijo para el 2006.
Iglesias fue secuestrado por el grupo separatista vasco ETA en diciembre de 1981 y permaneció cautivo hasta que la policía lo liberó en enero de 1982 en Trasmoz, cerca de Zaragoza.
Su biografía, "Voluntad de hierro, la biografía autorizada del doctor Iglesias", fue publicada en el 2004.

Fuente

Hoy me he enterado de la muerte del padre de Julio Iglesias, el mítico "Papuchi",
porque una señora que ha sido encuestada por teléfono por una compañera mía, lo ha comentado. La información que da la reseña que he "pegado" no la conocía, así como la mayor parte de los compañeros de mi empresa (y también de la juventud española). Todos lo conocíamos como un "friki" entrañable televisivo, que popularizó esa chorrada del "raro, raro, raro" tan pronunciado en el legendario Crónicas Marcianas
y últimamente por su sobrenatural virilidad ante el anuncio de que iba a tener un hijo con una moza de muy buen ver (no sé si nació verdaderamente o se trataba de un bulo).

Quien iba a sospechar que detrás de esa máscara (quizás no sea apropiado llamarlo máscara, cambiémoslo por faceta) se ocultaba un hombre respetado en su trabajo y que íncluso sufrío la locura del terrorismo. Nunca podemos etiquetar a las personas... no somos personajes de Lope de Vega sino seres humanos y el ser humano es un abismo.

La cara triste del payaso que se quita los zapatos después de la función. Aunque seguramente el doctor no le desagradaba su papel, con un humor muy sano, me imagino riéndose de si mismo y animándonos gustosamente sus entrevistas.

Que Dios le acoja en su seno Doctor Iglesias Puga.

domingo, diciembre 18, 2005

Aproximaciones al desarraigo (7)

La poesía del movimiento suspendido

En mayo de 1968, yo tenía diez años. Jugaba a las canicas, leía Pif le Chien; la buena vida. De los "sucesos del 68" sólo guardo un recuerdo, aunque bastante vivo. En aquella época, mi primo Jean-Pierre estaba en primero, en el liceo de Raincy. El liceo me parecía entonces (después, la experiencia confirmó esta primera intuición, añadiéndole una penosa dimensión sexual) un lugar enorme y espantoso donde los chicos mayores se consagraban con todo su empeño al estudio de materias difíciles para asegurarse un futuro profesional. Un viernes, no sé por qué, fui con mi tía a esperar a mi primo a la salida de clase. Ese mismo día, el liceo de Raincy había empezado una huelga indefinida. El patio, donde yo esperaba encontrar cientos de adolescentes atareados, estaba desierto. Algunos profesores daban vueltas sin rumbo entre las porterías de baloncesto. Recuerdo que, mientras mi tía intentaba conseguir alguna información, yo deambulé unos largos minutos por aquel patio. La paz era completa, el silencio absoluto. Fue un momento maravilloso.
En diciembre de 1986 yo estaba en la estación de Avignon, y hacía buen tiempo. Después de una serie de complicaciones sentimentales que sería fastidioso narrar aquí, era absolutamente necesario -o eso creía yo- que tomara el TGV a París. No sabía que la Red de Ferrocarriles Nacionales acababa de iniciar una huelga general. Se rompió de golpe la sucesión operativa de intercambio sexual, aventura y hastío. Pasé dos horas sentado en un banco frente al desierto paisaje ferroviario. Había vagones de TGV inmóviles en las vías muertas. Parecía que llevaban allí años, o que jamás se habían movido. Los viajeros se pasaban información en voz baja; había un ambiente de resignación, de incertidumbre. Podría haber sido la guerra, o el fin del mundo occidental.
Algunos testigos más directos de los "sucesos del 68" me contaron que fue un período maravilloso, que la gente se hablaba en la calle, que todo parecía posible; lo creo. Otros dicen, simplemente, que los trenes dejaron de circular, que no había gasolina; lo admito. Veo un rasgo común en todos estos testimonios: durante unos días, mágicamente, una máquina gigantesca y opresora dejó de funcionar. Hubo una flotación, una incertidumbre; todo quedó en suspenso, y cierta calma se extendió por el país. Por supuesto, poco después la máquina social volvió a girar aún más deprisa, de un modo todavía más implacable (y mayo del 68 sólo sirvió para romper las pocas reglas morales que hasta entonces entorpecían la voracidad de su funcionamiento). Pero a pesar de todo hubo un momento de interrupción, de vacilación; un instante de incertidumbre metafísica.
No cabe duda de que, por esas mismas razones, la reacción del público frente a una súbita interrupción de las redes de transmisión de la información, una vez superado el primer momento de contrariedad, está lejos de ser completamente negativa. Se puede observar el fenómeno cada vez que un sistema de almacenamiento informático se avería (es bastante corriente): una vez admitido el inconveniente, y sobre todo en cuanto los empleados se deciden a utilizar el teléfono, lo que sienten los usuarios es, más bien, una secreta alegría; como si el destino les brindara la oportunidad de tomarse una revancha solapada contra la tecnología. Igualmente, para darse cuenta de lo que el público piensa en el fondo de la arquitectura en la que le obligan a vivir, basta observar su reacción cuando alguien se decide a volar una de esas torres con agujeros construidas en el extrarradio en la década de los sesenta: un momento de alegría pura y muy violenta, parecida a la embriaguez de una inesperada liberación. El espíritu que habita lugares así es malvado, inhumano, hostil; es el espíritu de un engranaje agotador, cruel, en constante aceleración; todo el mundo lo sabe, en el fondo, y anhela su destrucción.
La literatura puede con todo , se adapta a todo, escarba en la basura, lame las heridas de la infelicidad. Por eso fue posible que una poesía paradójica, de la angustia y de la opresión, naciera en medio de los hipermercados y de los edificios de oficinas. No es una poesía alegre; no puede serlo. La poesía moderna ya no aspira a construir una hipotética "casa del ser", del mismo modo que la arquitectura moderna no aspira a construir lugares habitables; sería una tarea muy diferente de la que consiste en multiplicar las infraestructuras de circulación y de tratamiento de la información. La información, producto residual de la no permanencia, se opone al significado como el plasma al cristal; una sociedad que alcanza un grado de sobrecalentamiento no siempre implosiona, pero se muestra incapaz de generar un significado, ya que toda su energía está monopolizada por la descripción informativa de sus variaciones aleatorias. Sin embargo, cada individuo es capaz de producir en sí mismo una especie de revolución fría, situándose por un instante fuera del flujo informativo-publicitario. Es muy fácil de hacer; de hecho, nunca ha sido tan fácil como ahora situarse en una posición estética con relación al mundo: basta con dar un paso a un lado. Y, en última instancia, incluso este paso es inútil. Basta con hacer una pausa; apagar la radio, desenchufar el televisor; no comprar nada, no desear comprar. Basta con dejar de participar, dejar de saber; suspender temporalmente cualquier actividad mental. Basta, literalmente, con quedarse inmóvil unos segundos.

Texto de Michel Houellebecq. Fin de la serie "Aproximaciones al desarraigo".

sábado, diciembre 17, 2005

Dieta en Navidad

Sólo deciros, que desde hace unas semanas, voy de médico en médico. Tras presentarme al médico de cabecera, hace poco más de un mes, con el objetivo de adelgazar y hacerme una pequeña intervención quirurjica, me hicieron los pertinentes análisis. Algo iba mal con las transaminas. Solicitó hora para hacerme una ecografía del hígado y me diagnosticaron, esteatosis hepática. A pesar de lo aparatoso del nombre no es nada grave, simplemente acumulación de grasa en el órgano mentado.

Así que lo de adelgazar cobró un poquito más de importancia y desde el jueves pasado, estoy sometido a una dieta de 1200 calorías diarías. Así que adios turrón, mazapanes, frutas en almíbar, marisco y a todo lo que conlleva la Navidad en mi familia (suena frívolo pensando en los miles de personas que pasan hambre forzosamente, es un poco vergonzoso quejarse). En fin, intentaré no sucumbir a las tentaciones que comportan los próximos días.

La verdad, llevando tan sólo una semana de dieta ya he adelgazado tres kilos. Y no me siento únicamente ligero físicamente sino también mentalmente. Tengo ganas de hacer más cosas, noto un incremento de energía, de vitalidad. Tras tener unos cuantos días la sensación de que la noche era cada vez más oscura, ahora empiezo a notar sobre mi piel los primeros rayos del sol. Un tímido sol de invierno pero no por ello deja de ser sol.

Sobre el superhombre nietzscheano

Hubo una vez un hombre que deseaba escapar de la palabrería de sus vecinos y se fue a vivir solo a una cabaña que había encontrado en el bosque. Al principio estaba contento, pero un invierno crudo le obligó a cortar los árboles que rodeaban su choza para hacer fuego. El verano siguiente fue caluroso y desagradable porque su cabaña no tenía sombra, y el hombre se lamentaba amargamente de la inclemencia de los elementos.

Hizo un pequeño huerto y crió pollitos, pero los conejos acudieron atraídos por la comida del huerto y destrozaron parte de él. El hombre entonces se internó en el bosque y capturó un zorro al que amaestró y enseñó a cazar conejos. Pero el zorro se comió también a los polluelos. El hombre mató al zorro y maldijo la perfidía de las criaturas salvajes.

El hombre tiraba siempre los desperdicios en el suelo de su cabaña y pronto estuvo todo infestado de gusanos. Construyó entonces un ingenioso sistema de ganchos y poleas, de modo que todo en la cabaña podía estar suspendido del techo. Pero la carga fue demasiado para la endeble choza, que pronto se vino abajo. Se quejó el hombre entonces de la pésima construcción de la cabaña y él mismo se construyó una nueva.

Comentó un día, alardeando con un pariente de su antigua aldea, la tranquila belleza y la abundante caza que rodeaban su casa del bosque. El pariente quedó impresionado e informó a su vez a sus vecinos, los cuales empezaron a visitar el lugar en excursiones y cacerías. Esto contrarió muchísimo al hombre, que maldijo la impertinencia de la Humanidad. Empezó a colocar letreros y trampas y a disparar a los que se acercaban a su vivienda. Como respuesta, grupos de muchachos se llegaban de vez en cuando por la noche para asustarle y para robarle cosas. El hombre se puso a dormir todas las noches en una silla, junto a la ventana, con una pesada escopeta sobre sus rodillas. Cierta noche, se dobló dormido sobre sí mismo y se disparó en el pie. Apesadumbrados los aldeanos por esta desgracia, corrigieron su actitud y se mantuvieron alejados de aquella parte del bosque. El hombre quedó entonces solo, maldiciendo la falta de amistad y la indiferencia de sus antiguos vecinos. Y en todo esto no veía fuerza alguna que no fuera externa a él mismo, por lo cual, y a causa de su ingenuidad, los aldeanos le llamaron el americano.

Texto de Philip Slater, La soledad en la sociedad americana Ediciones 62 (pp 9-11)

lunes, diciembre 05, 2005

Aproximaciones al desarraigo (6)

El mundo como supermercado y como burla

Arthur Schopenhauer no creía en la Historia. Murió convencido de que la revelación que había hecho sobre el mundo, que por una parte existía como voluntad (como deseo, como impulso vital), y por otra era percibido como representación (neutro, inocente y puramente objetivo en sí, y por lo tanto susceptible de reconstrucción estética), sobreviviría generación tras generación. Ahora podemos decir que, al menos en parte, se equivocaba. Podemos seguir reconociendo en la trama de nuestras vidas los conceptos que puso en juego; pero han sufrido tales transformaciones que cabe preguntarse qué validez les queda.
La palabra "voluntad" parece indicar una tensión de larga duración, un esfuerzo continuo, consciente o no, pero coherente, hacia una meta. Cierto que los pájaros siguen construyendo nidos, que los ciervos siguen luchando por la posesión de las hembras; y en sentido schopenhaueriano podemos decir que, desde el penoso día de su aparición sobre la tierra, el que lucha es el mismo ciervo y la que excava la misma larva. Pero con los hombres ocurre todo lo contrario. La lógica del supermercado induce forzosamente a la dispersión de los sentidos; el hombre de supermercado no puede ser, orgánicamente, un hombre de voluntad única, de un solo deseo. De ahí viene cierta depresión del querer en el hombre contemporáneo; no es que los individuos deseen menos; al contrario, desean cada vez más; pero sus deseos se han teñido de algo un tanto llamativo y chillón; sin ser puros simulacros, son en gran parte un producto de decisiones externas que podemos llamar, en sentido amplio, publicitarias. No hay nada en esos deseos que evoque la fuerza orgánica y total, tercamente empeñada en su cumplimiento, que sugiere la palabra "voluntad". De ahí se deriva cierta falta de personalidad, perceptible en todos los seres humanos.
Profundamente infectada por el sentido, la representación ha perdido por completo la inocencia. Podemos llamar inocente a una representación que se ofrece simplemente como tal, que sólo pretende ser la imagen de un mundo exterior (real o imaginario, pero exterior); en otras palabras, que no incluye su propio comentario crítico. La introducción masiva en las representaciones de referencias, de burla, de doble sentido, de humor, ha minado rápidamente la actividad artística y filosófica, transformándola en retórica generalizada. Todo arte, como toda ciencia, es un medio de comunicación entre los hombres. Es evidente que la eficacia y la intensidad de la comunicación disminuyen y tienden a anularse desde el momento en que se instala una duda sobre la veracidad de lo que se dice, sobre la sinceridad de lo que se expresa (¿hay quien pueda imaginar, por ejemplo, una ciencia de doble sentido?). La propensión al desmoronamiento que muestra la creatividad en las artes no es sino otra cara de la imposibilidad, tan contemporánea, de la conversación. Es como si, en la conversación corriente, la expresión directa de un sentimiento, de una emoción o de una idea se hubiera vuelto imposible, por ser demasiado vulgar. Todo tiene que pasar por el filtro deformante del humor, un humor que termina girando en el vacío y convirtiéndose en trágica mudez. Ésta es, a la vez, la historia de la famosa "incomunicabilidad" (hay que subrayar que la explotación repetida de este tema no ha impedido que la incomunicabilidad se extienda en la práctica, y que esté más de moda que nunca, aunque nos hayamos cansado un poco de hablar de ella) y la trágica historia de la pintura del siglo XX. La trayectoria de la pintura ha llegado a representar, más por una semejanza de ambiente que por una relación directa, la trayectoria de la comunicación humana en la época contemporánea. En ambos casos nos adentramos en una atmósfera malsana, trucada, profundamente insignificante; y trágica al final de su insignificancia. Por eso el transeúnte normal que entra en una galería de arte no puede quedarse mucho tiempo si quiere conservar su actitud de irónico desapego. Al cabo de unos minutos, y a su pesar, se apoderaría de él cierta sensación de desarraigo; al menos un entumecimiento, un malestar, una inquietante disminución de su función humorística.
(Lo trágico interviene exactamente en el momento en que lo irrisorio ya no consigue parecer divertido; es una especie de inversión psicológica brutal que traduce la aparición de un deseo irreductible de eternidad del individuo. La publicidad sólo puede evitar este fenómeno, opuesto a su objetivo, renovando de forma incesante sus simulacros; pero la pintura conserva la vocación de crear objetos permanentes, dotados de carácter propio; esta nostalgia de ser le otorga su halo doloroso y la convierte, de grado o por fuerza, en un fiel reflejo de la situación espiritual del hombre occidental.)

Hay que señalar, en contraste, la relativa buena salud de la literatura durante el mismo periodo. Es muy fácil de explicar. La literatura es un arte profundamente conceptual; en realidad, es el único. Las palabras son conceptos; los tópicos son conceptos. Nada puede afirmarse, negarse, relativizarse, de nada se puede uno burlar sin ayuda de los conceptos y las palabras. De ahí la sorprendente robustez de la actividad literaria, que puede negarse, autodestruirse o decretarse imposible sin dejar de ser ella misma. Que resiste a todos los abismos, a todas las deconstrucciones, a todas las acumulaciones de grados, por sutiles que sean; que simplemente se levanta, se sacude y vuelve a estar vivita y coleando, como un perro que sale de un estanque.
Al contrario que la música, que la pintura, incluso que el cine, la literatura puede absorber y digerir cantidades ilimitadas de burla y de humor. Los peligros que actualmente la amenazan no tienen nada que ver con los que han amenazado y a veces destruido a las demás artes; están mucho más relacionados con la aceleración de las percepciones y de las sensaciones que caracteriza a la lógica del hipermercado. Porque un libro sólo puede apreciarse despacio; implica una reflexión (no en el sentido de esfuerzo intelectual, sino sobre todo en el de vuelta atrás); no hay lectura sin parada, sin movimiento inverso, sin relectura. Algo imposible e incluso absurdo en un mundo donde todo evoluciona, todo fluctúa; donde nada tiene validez permanente: ni las reglas, ni las cosas, ni los seres. La literatura se opone con todas sus fuerzas (que eran grandes) a la noción de actualidad permanente, de presente continuo.
Los libros piden lectores; pero estos lectores deben tener una existencia individual y estable: no pueden ser meros consumidores, meros fantasmas; deben ser también, de alguna manera, sujetos.
Minados por la obsesión cobarde de lo politically correct, pasmados por una marea de pseudoinformación que les proporciona la ilusión de una modificación permanente de las categorías de la existencia (ya no se puede pensar lo que se pensaba hace diez, cien o mil años), los occidentales contemporáneos ya no consiguen ser lectores; ya no logran satisfacer la humilde petición de un libro abierto; que sean simplemente seres humanos, que piensen y sientan por sí mismos.
Con mayor motivo, no pueden desempeñar ese papel frente a otro ser. No obstante, tendrían que hacerlo: porque esta disolución del ser es trágica; y cada cual, movido por una dolorosa nostalgia, continúa pidiéndole al otro lo que él ya no puede ser; cada cual sigue buscando, como un fantasma ciego, ese peso del ser que ya no encuentra en sí mismo. Esa resistencia, esa permanencia; esa profundidad. Todo el mundo fracasa, por supuesto, y la soledad es espantosa.

En Occidente, la muerte de Dios fue el preludio de un increíble folletín metafísico, que continúa en nuestros días. Cualquier historiador de las mentalidades sería capaz de reconstruir en detalle sus etapas; para resumir, digamos que el cristianismo consiguió dar ese golpe maestro de combinar la fe violenta en el individuo -en comparación con las epístolas de San Pablo, la cultura antigua en conjunto nos parece ahora extrañamente civilizada y triste- con la promesa de la participación eterna en el Ser absoluto. Una vez desvanecido este sueño, hubo diversas tentativas para prometerle al individuo un mínimo de ser; para conciliar el sueño de ser que llevaba en su interior con la omnipresencia obsesiva del devenir. Todas estas tentativas han fracasado hasta el momento, y la desdicha ha seguido extendiéndose.
La publicidad es la última tentativa hasta la fecha. Aunque su objetivo es suscitar, provocar, ser el deseo, sus métodos son, en el fondo, bastante semejantes a los que caracterizaban a la antigua moral. La publicidad instaura un superyó duro y terrorífico, mucho más implacable que cualquier otro imperativo antes inventado, que se pega a la piel del individuo y le repite sin parar: "Tienes que desear. Tienes que ser deseable. Tienes que participar en la competición, en la lucha, en la vida del mundo. Si te detienes, dejas de existir. Si te quedas atrás, estás muerto." Al negar cualquier noción de eternidad, al definirse a sí misma como proceso de renovación permanente, la publicidad intenta hacer que el sujeto se volatilice, se transforme en fantasma obediente del devenir. Y se supone que esta participación epidérmica, superficial, en la vida del mundo, tiene que ocupar el lugar del deseo de ser.
La publicidad fracasa, las depresiones se multiplican, el desarraigo se acentúa; sin embargo, la publicidad sigue construyendo las infraestructuras de recepción de sus mensajes. Sigue perfeccionando medios de desplazamiento para seres que no tienen ningún sitio adonde ir porque no están cómodos en ninguna parte; sigue desarrollando medios de comunicación para seres que ya no tienen nada que decir; sigue facilitando las posibilidades de interacción entre seres que ya no tienen ganas de entablar relación con nadie.

Texto de Michel Houellebecq

Bonus Track de "Fora Espanyols" y los espumosos

Dos poemas del maestro Joaquín Sabina aparecidos en Interviú

Por todos Losantos

Ese Jiménez
que asusta a los nenes,
ese Losantos
curado de espantos
triste bragueta,
ese mañico
ese don Federico,
tañe el cencerro
en las bodas de hierro
de Labordeta.

A ese grumete
ni dios se la mete,
a ese tribuno
tan suyo, ninguno
lo ningunea,
los liberales
son tal para cuales,
viven soñando
que triunfan bailando
con la más fea.

Esa ladilla
entre Ceuta y Melilla
tira con bala,
salpica, señala,
tonto por ciento;
Rouco Varela
lo absuelve, lo encela,
su yo profundo
es la Cope y El Mundo
su sacramento.

Ese profeta
de guerras probeta
no se merece
lo poco que crece
puntito y coma.
Los catalanes
no son talibanes
ni Zapatero
el bombero torero,
ni esto Sodoma.

Interviú, 17 de Octubre de 2005

Jaula de grillos
Sevillanas de la crispación


Jaula de grillos,
insultos amarillos,
capas de tunos.
Pedos y toses,
metralla de los doses
contra los unos.

La marabunta
ruge en las horas punta
del tertuliano.
Rojos y azules
sobre un campo de gules
republicano.

Mil cicatrices
desangran sus matices
del malva al beige.
Ni hubo ruptura
ni volvió la cultura
del treinta y seis.

Fachas con labia
resucitan la rabia
del fusilado.
Ojo de tuerto,
Franco no es más que un muerto
mal enterrado.

Treinta años hace
de las frágiles paces
entre enemigos.
Aún ladra el carca
si el niño del monarca
cena conmigo.

Paracuellos, noviembre de 2005

domingo, diciembre 04, 2005

"Fora Espanyols" y los espumosos



Me había propuesto no hablar sobre nacionalismo en esta web, debido a algunos "malos rollos" (aunque de pequeña importancia) por este asuntillo, en un post que titulé La Diada. Sin embargo, lo siento, no lo he podido evitar.

Los hechos que han sucedido, de un tiempo a esta parte, tanto en mi vida personal como en la realidad catalana y española no han hecho más que confirmar la posición que mantuve en dicho post. Ahora hablaré de la farándula político-social que llevamos viviendo en estos últimos meses, caracterizados obviamente por la presentación del Estatut al congreso de los diputados.

Han sido muchas y variadas las reacciones que han sucedido a consecuencia de tal acontecimiento. Desde las manifestaciones delirantes de Federico Jimenez Losantos al victimismo desaforado de algunos políticos nacionalistas. Dos de las consecuencias que se derivan de este frentismo son el más que probable boicot al cava catalán estas navidades y la pintada que encabeza este post (sucedido en las sedes de La Cope y El País en Barcelona el día de ayer).

La lacra -en estos inicios del siglo XXI- de España es el nacionalismo. Nueva religión de la era laica, el nacionalismo conforma una interpretación total de la realidad. Y como toda religión, genera fanáticos totalitaristas; los dos fenómenos que he comentado antes, corresponden a dicho fanatismo.

En España existen varios tipos de nacionalismo según el territorio al que se circunscriban y los valores que traten de imponer. Sí, sí, he escrito imponer. Nacionalismo vasco, nacionalismo catalán, nacionalismo gallego, nacionalismo español... todas esas gamas de nacionalismo tenemos en nuestro infortunado estado. Los nacionalistas periféricos acusan a todos los que no comulguen con sus ideas de nacionalistas españoles, y viceversa. Si uno trata de mantenerse fuera de ambos nacionalismos, ambos te acusaran de ser un nacionalista "contrario" como le ha sucedido a Fernando Savater recientemente; por haber dicho que la idea de España se la soplaba (luego explicó que lo único que le interesaba de ella es la convivencia que permite a ciudadanos con identidades culturales distintas en un marco de igualdad dentro de la constitución) en el foro de la página web del Foro de Ermua varios contertulios lo consideran un "traidor", mientras los nacionalistas vascos le consideran un españolista. Los motivos de este hecho los expliqué en el post antes mencionado.

Pero entrando en lo que quiero decir hoy, unos de los mecanismos para vitalizar al nacionalismo es que se retroalimenta de otros nacionalismos, actúan cntre sí como un bucle. En este caso no me refiero a la teoría del bucle melancólico de Jon Juaristi sino a que el nacionalismo periferico alimenta al nacionalismo español y el español al periférico. Los nacionalistas más inteligentes son conscientes de ello y lo aprovechan como arma política, para silenciar a sus oponentes en el debate (y no solo a oponentes nacionalistas sino que como he dicho antes todo oponente, para ellos, es nacionalista). Por ejemplo: ¿Cómo que están en contra del Estatut? ¡Son ustedes una fábrica de separatistas!. Pero en este caso aunque no esten "realmente" relacionados, símbolicamente podríamos establecer una relación Estatut-Boicot al cava-Pintadas Xenófobas (o pseudo-xenófobas: los catalanes aún somos españoles).

Un nacionalismo provoca al uno y el otro vuelve a provocar a este. Y lo peor de todo, los dos se legitiman en base a este hecho. Los nazionalistas periféricos levantan al espantajo de Franco de su tumba, para que le entre miedo a la clientela, señalando con el dedo a los nazional-catolicistas de la Santa Cruzada y estos a su vez, clamando al cielo la escisión de España, señalan a los abanderados de la "estelada". Así que los unos se necesitan a los otros para decir que aún estan vigentes los problemas del pasado, en una espiral llena de excrementos. Una justificación legitimada por la existencia del otro.

Como ciudadano de Cataluña me preocupa más el nacionalismo catalán que es el que está en el poder. El "Fora Espanyols" me parece la entrada en las distinciones etnicas de una comunidad pluricultural como es Catalunya, no me gustaría ser exagerado pero no puedo evitar las analogías con el Jüden que aparecían pintados en algunas tiendas de la Alemania de los años 30. Lo que me preocupa verdaderamente es una posible euskadinización de la sociedad catalana; varios nacionalistas notables como Lluis Gavaldá y Salvador Sostres consideran un ejemplo este modelo, yo lo considero francamente horrible. De todas formas este tema ya lo tocaré en otro post...

viernes, diciembre 02, 2005

Aproximaciones al desarraigo (5)

La aparición de hastío

A nivel político, la oposición al liberalismo económico globalista comenzó mucho antes; su acta de fundación fue la campaña a favor del No en el referéndum de Maastricht que se llevó a cabo en Francia en 1992. Esta campaña no se apoyaba tanto en la referencia a una identidad nacional o un patriotismo republicano -ambos desaparecidos en las carnicerías de Verdún, en 1916 y 1917- como en un auténtico hastío general, un sentimiento de rechazo puro y simple. Como todos los historicismos que lo precedieron, el liberalismo intentaba intimidar presentándose como un devenir histórico inexorable. Como todos los historicismos que lo precedieron, el liberalismo se presentaba como asunción y superación del sentimiento ético simple en nombre de una visión a largo plazo del devenir histórico de la humanidad. Como todos los historicismos que lo precedieron, el liberalismo prometía por el momento esfuerzos y sufrimiento, relegando a una o dos generaciones de distancia el advenimiento del bien general. Un modo semejante de razonamiento ya había ocasionado suficientes estragos a lo largo de todo el siglo XX.

Desafortunadamente, la perversión de la idea de progreso que llevan a cabo con regularidad los historicismos iba a favorecer la aparición de pensamientos burlescos, típicos de las épocas de desarraigo. Inspirados a menudo en Heráclito o en Nietzsche, bien adaptados a los ingresos medios y altos, con una estética a veces divertida, parecían encontrar confirmación en la proliferación, entre las capas menos favorecidas de la población, de reflejos de identidad múltiples, imprevisibles y violentos. Ciertas avanzadas en la teoría matemática de las turbulencias indujeron a representar la historia humana, cada vez con más frecuencia, en forma de sistema caótico, en el que los futurólogos y los pensadores mediáticos se las ingeniaban para descubrir uno o varios atractores extraños. A pesar de no tener una base metodológica, esta analogía ganó terreno entre las clases cultas o semicultas, impidiendo durante mucho tiempo la constitución de una nueva ontología.

Texto de Michel Houellebecq

jueves, diciembre 01, 2005

Ciudad del Mar

La adarga de los océanos abre
jirones en el tejido del tiempo
con sangre de eternidad fermentada,
mientras Gerión, muriendo desembarca
en la isla de algún corazón helado.

La luz inunda el mar de mediodía
y el dolor, espejismo de la noche,
es una tregua entre Orujo y Petróleo.
Las gaviotas reclaman al celaje
matar al frío para no partir.

Y un pedazo de pasado fallece
al tañido de un badajo flexible
como la palabra del perseguido,
como la ilusión del desesperado,
como la ginebra de los monasterios.

Tú y yo somos sombras de aguamarina
en Ciudad del Mar, veleros cansinos
en la madrugada del beso negro.
Quizás aquí encontremos por fín
esa paz que habita en los cementerios.