- - El Blog de Ducados: julio 2006

martes, julio 25, 2006

Resurrección VII

-Ducados te transladamos a la planta de arriba.

Esto me dijo un celador en mis últimos días de ingreso. Yo ya me había acostumbrado a la primera planta, pero pensé que un cambio no me sentaría nada mal. Así que sin desagrado esa noche dormí en la planta de arriba.

Lo primero que constaté es que arriba la gente estaba mucho más loca. Recuerdo a un tío especialmente que no paraba de hablar y hablaba a tal velocidad que era imposible de comprender. Un día en las duchas me dijo:

-¿Tú me entiendes?
-Sí -mentí
-Pues que raro porque no me entiendo ni yo.

El día que le dieron el alta le dijeron que se podía llevar todas sus pertenencias excepto las botas con punta de metal.
Mi compañero de habitación era un chaval algo mayor que yo. Recuerdo sobretodo que me pareció ser homosexual. Pero no me importaba yo no era homófobo. Hablando con él un día le comenté:

-Ahí fuera, es la guerra.

-Hombre, siempre hay gente buena.

-¿Por qué estás aquí?

-Por depresión y transtorno bipolar, he tenido mucha suerte porque tenía esquizofrenia pero me he curado de eso pero me ha salido esto otro.

Pero de lo que yo estaba pendiente en esas fechas era del jardín.

Mi madre me había comentado que por culpa de semana santa, mi estancia en el psiquiatrico iba a ser mayor y yo no podía aguantar más. Estaba harto de estar allí. Y el jardín era la única forma de salir de allí, porque recordaba que en un partido de basquet que hicimos, la verja que daba al exterior no era muy alta y tenía posibilidades de escapar de allí si lograba quedarme solo allí.

Así que estuve un tiempo pendiente cuando la gente salía para colarme. Cuando algún paciente tenía permiso para salir al jardín yo echaba a correr detrás de él, pero indefectiblemente me interceptaba una enfermera tan grande como un armario.

Pero llegó Jueves Santo, y en la sala de recreo, la que daba al jardín, después de que la enfermera acabara de leer el períodico, me puse a leerlo yo también. Me impresionó un artículo de un científico inglés que hablaba de la sincronía. Comentaba que Abraham Lincoln se preguntaba en su época de granjero por su vocación, cuando un día encontró unos libros de leyes en el pajar. Así empezó a gestarse la carrera política del legendario presidente de los EE.UU. Pensé: ojalá yo tuviera una sincronía.

Y entonces vino la sincronía en forma de monja. Había una monja que de vez en cuando iba al hospital para visitar a los enfermos. Ese día me preguntó que día era hoy. Jueves Santo, le dije. Y me dijo: Sí Jueves Santo, el día de la última cena. A ver si también era mi última cena en ese lugar, pensé. Entonces la monja me dejó y habló un rato con una paciente y se encaminaron a la puerta del jardín. Ese era mi momento. Me coloqué detrás de ellas con tranquilidad y esa vez no vino la enfermera-armario a interceptarme. Logré salir al jardín.

La monja y la paciente tomaron un camino y yo otro. No sé lo que hicieron. Yo estaba en el recinto donde jugamos a basquet y vi que la verja no era muy alta, efectivamente, ahora había que ver como haría para saltarla. Me fijé en la pared que había en la izquierda y que tenía una cornisa y allí encontré la solución. La cornisa en un punto determinado no era muy alta y se podía subir, el asunto era ir de cornisa en cornisa, llegar al extremo y de allí, la diferencia de altura era nimia, subir a lo alto de la verja y saltar a la calle. Y me dispuse a hacerlo.

Llegué a lo alto de la verja y vi que daba a la calle, a la puerta principal del psiquiátrico. Cuando salté llegaba un taxi, y temí que dijera algo de mi fuga. Ahora la cuestión era que hacer en ese momento. Se me ocurrieron ideas disparatadas mientras me alejaba del Hospital y caminaba hacia el Paseo de la Vall d'Hebrón. Una de ellas era vivir de mendigo por las calles de Barcelona. No quería volver a casa porque cabía la posibilidad de que me volvieran a meter allí. Y eso era la último que quería. Pero la razón me dictaba que lo único que podía hacer era volver a casa. Y al final el poco de razón que me quedaba se impuso.

Fuí caminando hasta mi casa, hay como media hora de camino. En casa cuando me abrieron la puerta vi a mi padre con ropa vieja y manchado de pintura. Estaba pintando todas las paredes de la casa.

-Hola ¿pero que haces aquí? ¿te has fugado?

-Sí

-Pero sabes que eso no se puede hacer.

Llamó al hospital y una enfermera le dijo que me pusiera.

-Ducados pero sabes que esto no se puede hacer -me dijo una voz de mujer.

No recuerdo que le contesté. Sólo sé que cuando llegó mi madre del trabajo nos fuímos los tres al psiquiatrico, yo les dije a mis padres que no me llevaran otra vez allí, porque me iban a castigar por lo que había hecho, seguramente me amarrarían a la cama y me machacarían con la medicación. Pero me dijeron que no iba a volver allí. Pidieron mi alta como voluntad familiar y me la concedieron. Así se acabó mi primer ingreso psiquiátrico y así termina este relato.

lunes, julio 24, 2006

Esto no llegará a nada

Hace tres años, el 20 de Marzo de 2003, abandoné mi segundo ingreso psiquiátrico en el IMPU. Ese mismo día, comenzaba la guerra de Irak. El Dr. Soler (el mismo médico que tuve asignado en el ingreso del año anterior) nos dijo a mi madre y a mí que me iba a ingresar al Hospital de Día de la calle Palou (en Penitents, muy cerca del Hospital Militar) para redondear mi terapia y no volviera nunca más al Psiquiátrico del Parque del Laberinto. Así que en Abril de 2003, tras unas dos semanas esperando la fecha de ingreso, fuí paciente del Hospital de Día. Que por cierto, no tiene nada que ver con un psiquiátrico convencional.
En el Hospital de Día conocí a una chica que era animalista, es decir, que era una ferviente y devota protectora de los animales. Salió una vez en los periódicos por meterse en una jaula desnuda con otra chica para reinvindicar el angustioso trance de los animales recluídos en el Zoológico en una manifestación de protesta. Por otra parte, era extremadamente fanática, dogmática y radical, recuerdo una frase suya que era un compendio de su actitud existencial:

-A mi o se me odia o se me quiere. Porque para mi no existe el gris o es blanco o es negro.

Pero entrando ya en el tema que quiero proponer hoy, enlazaré la frase anterior -ya que la escritura consiste en dotar de sentido a un texto a través de un engarce creativo-selectivo de las oraciones en cuestión- con una sentencia dirigida a Joaquín Sabina, que pronunció en una actividad que consistía en traer música que nos gustara y escucharla en grupo diciendo los sentimientos que nos inspiraba:

-Joaquín Sabina es un taurino. Es decir, un asesino de mierda. Y punto.

Curiosamente no fuí yo el que traje música del autor jienense, aunque me encantaba ya por esas fechas, sino un chaval que fisicamente se parecía al protagonista de ¿Dónde está Wally?.

Un día, la defensora de los animales trajo una recogida de firmas para declarar a Barcelona ciudad antitaurina. Me ofreció firmar. A mí que no me disgustaba la tauromaquia, es más, sentía cierta atracción por ella por lo poético y trágico del espectáculo, no me hacía gracia firmar ese manifiesto. Pero le tenía mucho miedo a esta chica. Mientras pedía el boli, un tío que estaba cerca nuestro y que le gustaban mucho los toros ironizó sobre la recogida de firmas. Ella le vino a decir que se callara si no quería que terminarán a ostias. Entonces, yo, que en esa época le tenía miedo a todo, me dije: bueno, al fín y al cabo, esto será una de esas paridas que al final no llegan a nada. Y firmé. Dos años más tarde, la recogida de firmas acogió las suficientes para poder ser presentada al ayuntamiento de Barcelona y tras la votación "dels consellers", Barcelona fue declarada ciudad antitaurina.

domingo, julio 23, 2006

El hastío de un piano

Piano Works de Claude Debussy. El hastío de un piano se mezcla en mi habitación y aunque esta obra sea nocturna, perfecta para escucharla en un bar de copas en Casablanca en la Francia Libre de la segunda guerra mundial, se mezcla con el insoportable calor de esta veraniega Barcelona. Un ritmo lento y amargo con destellos de desilusión niega la luz omnipotente del mediodía o quizás la transfigure en plúmbea pesadez de la realidad. Pienso en crepúsculos donde Napoleón en la isla de Santa Elena rememora su pasado, una gloria que jamás habrá de volver, un futuro perdido en el infierno de la eterna posibilidad que ya pasó. Y en orquídeas regadas por Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé. Fumaderos de opio para los que tienen la espalda hundida después de haber soportado tanto. En noches de Tánger llenas de humo y alcohol, donde Bowles y Burroughs tratan de ponerle cuernos a la luna.
En este oximorón, Verano y decadencia, cae la sangre del Olvido en las paredes de la habitación y el Recuerdo sonríe mientras brilla el acero de un puñal en su mano. Me dejo seducir por la grandeza del futuro de un pasado que ya nunca volverá, pues al fin y al cabo, todos los locos creemos ser Napoleón. La nocturnidad de un mediodía en el cual la luz es la sombra inquieta de un clochard, aumenta la serena desesperación del piano que entra por mis oídos. En el fondo del vaso, donde el compositor juega dando una risa amarga a la desolación, la reverberación de la luz da una impresión de espejismo a la realidad ineluctable que me circunda. La soledad no se presenta como condena sino como bendición. Y un suicida sonríe, el suicida que el ser humano lleva dentro, deleitandose de una destrucción tierna, pausada y amable.

La literatura como tauromaquia

En una entrevista a Enrique Vila-Matas, el entrevistador le pregunta si su primera vocación era ser escritor, él confiesa que no, que en un principio quería ser torero. Pero toreando en su pueblo, siendo niño, a un muchacho que hacía de morlaco, surgió una cabra y al encontrarse con un animal de verdad, le entró pánico y decidió abandonar su vocación. Pero en una apostilla a esta confesión, plantea: "Ahora toreo de otro modo, la literatura como tauromaquia."
Hace tiempo que pienso que cada ser humano debe de lidiar con su propio vacío. Puede que muchas personas no sean conscientes de ese vacío más que en ocasiones muy particulares, pero no cabe ninguna duda de que en un momento u otro se hallan a su encuentro y se muestran desnudas frente a él. Y quizás la vida se trate, ni más ni menos, que jugar con ese abismo, cada cual a su forma y a su modo, a convivir con las sombras.
La cultura puede ayudar a convivir con esas sombras. No me refiero a la cultura como el sistema de la sociedad organizada, tal como lo entendía Freud, sino precisamente a la cultura como aprendizaje para realizar el viaje al abismo, para ser un espectador de las oscuridades interiores. Freud plantea que las drogas pueden ser una forma de escape de la realidad atormentadora. Pero creo que al final las drogas hacen reaparecer más frecuentemente el abismo y no proporcionan ningún aprendizaje para caminar a través de él. Acaban alzando los muros de la esclavitud. La cultura en cambio ayuda a comprender y esto colabora a que seamos más libres.
La literatura como tauromaquia. Cioran escribía cuando tenía ganas de darse un tiro en la cabeza, Bukowsky hace referencia al acto de escribir como una lucha, Nietzsche comenta que aquellos libros que valen la pena son los que están escritos con sangre. Todo remite a lo mismo, en este caso no ya la literatura, sino el oficio de escritor como jugador de lo peligroso, como creador de arte con lo más intolerable y peligroso igual que el torero convierte en arte a la muerte, la manipulación creativa ante lo trágico.
La muerte es la otra cara de la vida, una condición sine qua non para que podamos llamar a esta última con este nombre. Cuesta mirarla a los ojos y quizás en esta época sea en la que estemos menos preparados para ella. Alejamos a los viejos y a los enfermos de nuestras casas encerrándolos en hospitales para alejar a la pálida dama de nuestra vista. Según Montaigne la filosofía es un aprender a morir, esta afirmación es totalmente humanista porque lo que diferencia a los humanos de los dioses es su condición de mortales, hoy podemos decir que ante el olvido de esta diferencia nos hallamos en una sociedad olímpica. Los países occidentales están poblados por masas olímpicas, es decir de no-vivos. Porque estar vivos y ser humanos se trata de reconocer nuestra condición de mortales y crear nuestra vida a partir de esa certeza, ser conscientes de que estamos ardiendo y que nuestra llama se apagará en una fecha anclada en un punto del futuro. Aprender a jugar con la muerte, en definitiva.

viernes, julio 21, 2006

La falta de pudor

Hace tiempo que me ha provocado cierta curiosidad uno de los elementos inherentes al acto de escribir. La falta de pudor. Todo escritor al relatar una historia vierte sobre dicha historia si no elementos directos de sus esquemas mentales, sí, desde luego, una perspectiva, una mirada. Y esa mirada es expuesta a la nuestra, a la del lector. Cuando se cruzan esas miradas es fácil observar que la mirada del lector es la activa y la del autor es la pasiva. Dicho en otras palabras, no es un cruce de miradas en sentido estricto sino que la mirada del lector atraviesa a la del escritor, que está estática, y se introduce en la parte de ser suyo que de forma tangencial se muestra en la obra.
Un escritor, no deja de ser pariente del bufón, un exhibicionista del alma por muchos artificios que utilice. También, precisamente por esto último, es una de las profesiones más arriesgadas. Porque un escritor honesto debe caminar desnudo ante las fieras. Aunque las fieras también se desnuden cuando cojan el libro, el problema es cuando después se visten y todavía más cuando lo hacen con toga de juez.
Muchas veces al leer lo que escribo, sobre todo mis poesías, siento vergüenza. Ya no por si está mal o bien escrito sino porque vierto demasiado en ellos, pues están hechos con mi sangre. Y cuando la ves en tercera persona no dejas de pensar en algunas expresiones absurdas, evocaciones de sentimientos necios, etc. Entonces, utilizando tú mismo la toga de juez, experimentas cierto rubor. Una autoviolación como crítica literaria, el pudor del escritor como himen desgarrado.

Vísperas de Languedoc-Rousillon

Mañana parto para Francia. No a la mítica París, la cual visité hace unos días en compañía de Hem y Hadley presentándome a Gertrude, Sylvia, Ezra, Ford, Joyce y Scott, sino a Colliure y a Perpignan. Sureste Francés, Catalunya Nord o Département du Languedoc-Rousillon según la perspectiva ideológico-cultural que tenga el lector. Es una excursión de un solo día que por otra parte ya hice hace dos años. Porque quien lo organiza es la secretaria de los cursos de verano de la Escola Oficial d'Idiomes de Drassanes. Sí ya es un poco absurdo volver a un sitio que ya he ido y todavía más si le añadimos que he abandonado el cursillo de francés, puedo añadir en mi descargo que por ahora es mi única posibilidad de viajar al extranjero. Sí, ya sé:

-Lector: También Andorra es el extranjero, más o menos lo mismo que vas a hacer tú... -se ríe.

-Ducados: Espera, hay otro motivo más, es una venganza por una humillación sufrida en el ya citado viaje anterior.

-Lector: ¿Con qué saldrá éste ahora?

-Ducados: No fui capaz de encontrar la tumba de Antonio Machado. En Colliure cuando fuí al cementerio, después de repasar todas las tumbas dos veces, miembros de la resistencia al Gobierno de Vichy incluídos, no la hallé de ninguno de las modos. En la salida intenté hablar con una pareja de franceses y me dijeron que ellos estaban en la misma situación que yo. A la vuelta me enteré que está en un jardín detrás del cementerio. Y desde ese día espero limpiar tamaño deshonor.

-Lector: Aumenta las dosis de medicación, hazte un favor.

En fín, en esas estamos. En teoría estoy en más desventaja que hace dos años porque sé menos francés que en aquella época. En lugar de aprender, he desaprendido. Ese es uno de los motivos por los que he dejado de asistir a clases, pero creo que ha sido un error ya que en realidad sí quiero aprender francés. Pero en clase me di cuenta de que ni me enteraba de lo que decía el profesor -fue bastante lamentable que durante una sesión de adivinanzas todos mis compañeros debatían apasionadamente las soluciones y yo ni me enteraba del acertijo en cuestión- ni me gustaba hacer los ejercicios en clase porque el método era hacerlos en pareja y llegué a conectar con muy pocos compañeros (también debió colaborar mi introversión, no le achaco la culpa a ellos); pero sobre todo mi motivo principal ha sido mi enfrentamiento contra mi drogadicción tabaquil. Creo que detrás de todos estos motivos se esconde lo de siempre, el miedo. Mentalmente me ha dejado bastante hecho polvo, el día que decidí dejar la clase de Francés, pensé en ir al IMPU -el psiquiátrico donde fuí hospitalizado- para pedir ayuda por el estado en el que estaba. Pero más tarde camino de Mundet en la línea 3, pensé que era muy exagerado y que lo que debía hacer era ir a un sitio que me dijo hace tiempo el médico de cabecera, en el cual ayudaban a dejar de fumar y que estaba en mi barrio. Así que no me bajé en Mundet sino en Vallcarca y cogí el 28 dirección Carmelo para bajarme en la calle Santuario y bajar hasta la calle Sacedón, dónde está el centro. Ya he tenido la primera visita y tiene pinta de estar muy bien organizado: me visitará un médico, una psicóloga y una asistenta durante todo el proceso. El tratamiento acaba cuando logre estar un año entero sin fumar, y ahora mismo tengo que ir reduciendo poco a poco las dosis hasta dejarlo del todo. Me hicieron un test de dependencia y di la puntuación más alta que se podía dar, las dosis de monóxido de carbono en mi cuerpo también fueron elevadas. Se puede decir que soy un yonqui del tabaco. Mi principal motivo para dejar de fumar más que la salud, es la libertad. El dirigente de Altadis es mi señor y es hora de ir rompiendo las cadenas.

Por último, diré que ya he terminado el número de sonetos que tenía propuesto hacer, la idea para Septiembre es encontrar a alguien que me los publique, si alguien conoce que pasos debo dar se lo agradecería. Si se me ocurre alguno este verano los añadiré a la cuenta... tengo en mente mi próximo proyecto, hacer unos relatos. Ya tengo esbozado mentalmente los argumentos para dos de ellos. Pero mañana tocan Colliure y Perpignan.

domingo, julio 02, 2006

Página en blanco

Llevo unas cuantas semanas, en cuanto a lo que el blog se refiere, que me enfrento al síndrome de la página en blanco. Sólamente tiro de Resurrección y textos que leo; supongo que estoy en fase acumulativa, normalmente después viene la productiva, aunque no invariablemente tiene que suceder así.
Con los sonetos no sucede lo mismo porque justo cuando la musa de la prosa me ha negado sus favores, la de la lírica me ha violado con una lujuria absolutamente perversa, he escrito 27 sonetos en mes y medio de los 56 que tengo escritos ahora mismo. Pero la inspiración no lo es todo claro, pero en mi caso, como escritor -si me puedo clasificar así- en agraz que soy la inspiración lo es casi todo. Una de las razones por las que no he dejado de fumar es porque creo que me bloquea la inspiración y por tanto me vería incapacitado para escribir ninguna línea. Siempre creí que la obra se paga de algún modo u otro con la autodestrucción del artista. Que se paga con sangre. Toda esta situación demuestra que es falso.
Así que tras enfretarme al cuadradito en blanco del blog, continuo escribiendo intentándolo rellenarlo más y más. Pienso en mi situación, es de clara evolución. Empezó por aquella época en que escribí en Enero : Dimensión Solar, Epitafio a la Superdotación, Retorno a Nietzsche, Sobre la melancolía, etc... y no sé cuando llegará a cristalizar, quizás la evolución sea permanente, siempre es permanente pero quizás yo seré permanentemente consciente de ella, a partir de ahora, no lo sé.
Lo que sí es cierto es que ahora soy más consciente de mis fuerzas, lo que permite un aumento de la utilización de estas. Sí viniera el Genio de la Gaya Ciencia a proponorme el pacto del Eterno Retorno, estaría dispuesto a darle el gran Sí. El Sí a la vida, a mi vida, con todos sus pesares, con todas sus glorias, a la humillación, al fracaso, al dolor, a la felicidad, a la serenidad, al placer, al triunfo, al orgullo, a mi sangre y a mis huesos, a mi cuerpo, a mi mente, a mi locura, a mi pasión, a mi sabiduria, a mi tristeza, a mi alegría, al tedio, al hastío, al extasis y a la decepción. A todos los segundos atravesados como espadas en mi craneo, a esa dama oscura que nos espera para darnos nuestro último beso.

sábado, julio 01, 2006

En el fondo


en el fondo de la hora
acecha
la garra humeante
el tren rojo
la carta a casa
la melancolía frita en abundante aceite.




en el fondo de la hora
acecha
la canción que cantabais juntos
el ratón del desván
la ventanilla del tren azotada por la lluvia
el aliento del abuelo, que olía a whisky
la chulería del alcaide de la prisión.

en el fondo de la hora
acechan
los famosos que se han vuelto idiotas
las iglesias blancas de pintura desconchada
los amantes que eligieron hienas
las colegialas riéndose tontamente de la atrofia
los océanos suicidas de la noche.

en el fondo de la hora
acechan
los botones que son los ojos de una cara de cartón
los libros muertos, apretados en fila, de la biblioteca.

en el fondo de la hora
acecha
el pulpo
Gloria, que se volvió loca afeitándose los sobacos
las guerras de bandas
que no haya papel higiénico en el lavabo de una estación de tren
un pinchazo en las Vegas.

en el fondo de la hora
acecha
una camarera que sueña con ser la chica perfecta
el primer y único home run
el padre sentado en el váter con la puerta abierta
una muerte heroica y rápida
los destrozos de la banda en la Casa de la Diversión.

en el fondo de la hora
acechan
la avispa atrapada en la telaraña
los fontaneros que se mudan a Malibú
la muerte de la madre como una campana que nunca ha doblado
la ausencia de viejos sabios.

en el fondo de la hora
acechan
Mozart
tugurios de comida rápida en los que un mal almuerzo cuesta más
que lo que pagan por una hora de trabajo
mujeres enfadadas y hombres engañados y niños descoloridos
el gato de la casa
el pez espada del amor.

en el fondo de la hora
acechan
17.000 personas que vitorean un home run
millones que se ríen con los chistes obvios de algún humorista de televisión
la larga y espantosa espera en las oficinas de la asistencia social
Cleopatra gorda y demente
Beethoven en la tumba.

en el fondo de la hora
acechan
la condenación de Fausto y el comercio sexual
los perros de ojos tristes perdidos por las calles en verano
el último funeral
Céline que fracasa de nuevo
el clavel en el ojal del asesino bondadoso.

en el fondo de la hora
acechan
las fantasías manchadas de leche
nuestra deplorable invasión de otros planetas
Chetterton ingiriendo matarratas
el toro que debería haber matado a Hemingway
París como un grano en el cielo.

en el fondo de la hora
acecha
un escritor que ha perdido el juicio recluido en una habitación
forrada de corcho
la falsedad del Baile de Fin de Curso
el submarino con pisadas de color morado.

en el fondo de la hora
acecha
un árbol que llora de noche
el lugar que no ha descubierto nadie
el que, siendo joven, pensaras que podías cambiarlo
ser de mediana edad y pensar que puedes sobrevivir a él
ser viejo y pensar que puedes esconderte de él.

en el fondo de la hora
acechan
las 2:30 de la madrugada
y el penúltimo verso
y luego el último.

En el fondo (págs 221-224), Poemas de la última noche de la tierra, ediciones DVD-poesía, Charles Bukowski